lunes, 21 de febrero de 2011

ENRIQUE FLORES AMASTAL: prueba

ENRIQUE FLORES AMASTAL: prueba: "El regreso.Enrique Flores Amastal Sentados en la banca metálica del jardín, contemplaban la luna ocultarse tras las pequeñas montañas de la ..."
Poema publicado en la revista La Pluma del Ganso

R.B.D.
Enrique Flores Amastal
Olvidar la tibieza de tu piel
y la delicada línea de tu sexo
donde todo es principio y fin,
donde lo negro y lo blanco
no son más que nombres,
por decir algo.

Donde tu piel y mi piel
principian el vaivén etéreo de la vida,
ansiedad de preverlo todo
y sufrir la caricia pretérita de tu cuerpo.

Tu nombre, invento de un momento desvalido,
Separación continúa del amante prisionero
Que en vano busca la verdad de su destino.

Nombre de soledad.

Nombre de libertad desgarrada.

Me duelen los instantes muertos
que conforman la mortaja de tu cuerpo
sediento de caricias.

Me duele perder el silencio
de miradas limpias,
donde la palabra no es palabra
donde el acto es más que un acto:
Es el infinito.

Un infinito que entrega la Rosa de los Vientos
al viajero que se adentra a los espacios siderales
de tu cuerpo.
Escultura semiconstruida, semiinventada,
Redescubierta, me duele olvidarte.


¿POR QUE DAYANA?
Sobre tu piel llevas todavía la piel de mi deseo, y mi
cuerpo está envuelto de ti, igual que de sal y de olor.
Jaime Sabines

                                                                                    Enrique Flores Amastal
En la cima de su torre, con el atardecer a cuestas Ramón miraba absorto el rio de luces del Paseo de la Reforma y de la Avenida Insurgentes. La ciudad se vestía de negro, con aquel negro cotidiano que para muchos era igual, pero para Ramón las tardes eran una explosión cotidiana de colores, el ámbar, la gama de naranjas antecedentes nocturnos, un viento cálido revolvía los diarios que en su  mesa junto a un whisky, leía sin mucho interés.
La arquitectura le había dado grandes satisfacciones, pero también había sido la causante de la ruptura con Carolina, ella no pudo soportar que él se pasara gran parte de la noche frente a la computadora dibujando planos y en sus ratos de ocio frente a un caballete pintando flores rojas, o alcatraces blancos.
El noviazgo fue corto, como corta fue su unión. De viaje por San Cristóbal de las Casas un viernes por la tarde en el piano bar del hotel descansaba de sus visitas a las localidades chiapanecas cercanas. Le había solicitado al pianista que le tocara algo de Beethoven, el pianista accedió a su petición y la estancia se vio envuelta  con el Claro de Luna, en esos momentos hicieron su aparición tres jóvenes que se sentaron al lado derecho del pianista y ordenaron al mesero tres piñas coladas, Carolina recorrió de arriba abajo a Ramón que oteaba el atardecer por la ventana que daba a la calle, al sentirse observado volteo justo en el momento en que reían por alguna ocurrencia que alguna de ellas había contado. Ellas solicitaron música del pianista Richard Clayderman y Balada para Adelina cubrió el espacio ahora compartido por los cuatro asistentes, siguió Matrimonio de Amor, entre piñas coladas y whiskies de Ramón. 
El sábado en el desayuno coincidieron nuevamente en el restaurant que ocupaba el patio central del hotel Camino Real de Chiapas, antes de partir a Zinacantán. Adiós, le dijo Ramón a Carolina, llegando a México te busco, okey respondió Carolina llevándose un dedo a la boca dibujando un beso como despedida. Un año después de ese encuentro, Ramón contrajo matrimonio por el civil con ella y se fueron a vivir a la colonia del Valle. La abogacía y la arquitectura definitivamente como el agua y el aceite, así fue su relación durante los dos años que vivieron juntos, él en los proyectos arquitectónicos que la constructora para la que trabajaba llevaban a cabo, ella en el despacho del tío, leyendo expediente tras expediente de los casos que defendía el despacho.
Esa tarde hojeaba el periódico el Universal en la sección de adultos y se preguntaba si serian ciertos los anuncios, le llamo mucho la atención el anuncio de una tal Dayana: 24 años delgada, morena clara, bellísima dicen,  temporalmente, llámame y te convencerás. Tomó el celular y marco el número telefónico. Una voz al otro lado de la línea contesto con acento argentino, hola en qué podemos servirte, hablo por el anuncio del periódico y antes de terminar le dijo la voz, debes hospedarte en algún hotel de la avenida Tlalpan, cuando estés en la habitación nos llamas, él interrumpió a la de la voz y le dijo no, tiene que ser en mi casa, si no es así, gracias, no espera, le dijo la de la voz deja consultar, un momento después agregó, nuestra edecán dice que no tiene problema por ir a tu casa, colgó y volvió a escuchar Para Elisa que en ese momento reproducía el estéreo y que junto con ese atardecer de naranjas creaba un ambiente relajado en la terraza.
El timbre sonó y él se levanto para abrir, en el marco de la puerta se dibujo la silueta juvenil de Dayana, esbelta, juvenil, sonriente con un color rojo carmesí en los labios, vestida con pantalones jeans y una blusa azul, con una chamarra de piel marfil.
Hola, soy Dayana, me permites pasar, el viéndola a los ojos le dijo, pasa, estoy en la terraza ¿tomas algo? Tengo cervezas y whisky.
Mmm dame una cerveza, tienes una esplendida vista desde aquí, y volviendo el rostro hacia la sala le dijo, y te gusta Beethoven.
Si, contesto Ramón, llevándole la cerveza ¿te gusta la música clásica?
Si, dijo ella, me gusta escucharlo cuando estoy sola y quiero pensar.
Siéntate dijo él, indicándole la silla de enfrente.
Dayana viendo Paseo de la Reforma y las luces de los autos le comentó es hermosa de noche  y tu desde aquí puedes verla todos los días, disfrutar de ella. Además tu sala parece un museo tienes muchos cuadros.
Si, dijo Ramón, unos cuadros son de amigos y otros los he comprado yo, me gusta la pintura.
Me gusta ese cuadro de alcatraces y rosas rojas ese cuadro de ¿quien es?
Ese cuadro es de mi otro yo, lo pinte.
Con razón ocupa el centro de la estancia, es muy bonito.
¿Te gusta? inquirió Ramón.
Si, por eso te pregunte.
Ramón la miro de frente, tenía dudas que quería aclarar, frente a él se encontraba una hermosa mujer, vestida con buen gusto y discreción, su aroma a chanel inundaba la terraza. Su voz suave y su risa franca no cuadraban con el molde mental que tenia de una mujer que se vende, bien pudiera caminar del brazo y por la calle y pasarían como una pareja cualquiera, sin llamar la atención.
A que te dedicas, pregunto ella.
Mmm construyo casas y… fue interrumpido por Dayana.
Ah, entonces eres albañil, sonriendo ella le dijo salud con el vaso de cerveza que tenia, pues vives bien, es una profesión bien pagada.
Si, dijo Ramón continuando con la broma de Dayana, mirándole los senos que acompasada y rítmicamente danzaban presos de aquella blusa azul. ¿De donde eres Dayana?
De Hermosillo, Sonora y tengo 26 años y de radicar en el Distrito Federal cuatro años, y ya que estamos en las preguntas, dijo ella, soy soltera, sin compromisos y no salgo por el pan. Y sonriendo agregó y ¿tú quién eres?
Bueno, salud por esos 26 años y por los cuatro que tienes de vivir en el Distrito Federal, ¿podría verte otra vez?
Ya me estas corriendo, bueno si así lo quieres me voy.
No, dijo Ramón, es que, eres una mujer bella, la noche es corta y es tan largo el olvido.
No me digas que aparte de albañil, eres poeta Ramón.
No, nada de eso, ¿quieres que cambie la música, tengo música norteña, el pasito duranguense?
No, me gusta la música que tienes puesta, no me has dicho a que te dedicas.
Ya te lo dije, construyo casas, edificios, soy arquitecto. A ti no te pregunto…
¿Es mejor así, no lo crees?
Al besarla, pensó en Carolina, los juveniles labios de Dayana abriéndose a promesas, los senos rítmicamente tocando la piel de Ramón y las respiraciones acompasadas y los silencios mutuos. La chamarra de piel quedó en el respaldo de la silla, el ruido de los autos pasando por la avenida y la música ajena a los acontecimientos seguía llenando el espacio.
Rubí, compañera de Ramón, arquitecta también, revisando  un plano arquitectónico le dice:
El viernes es la inauguración de la exposición de la pintura de Oscar, en el Salón de la Plástica Mexicana ¿vas a ir? Ese día cite a Regina, es una estudiante de arquitectura, que le gusta la pintura y quisiera presentártela en una monada de niña. A lo mejor la contratas como tu ayudante.
Si, dijo Ramón, voy a ir, a menos que ese día me manden a Tuxtla para ver el proyecto de la presa que quieren construir.
No lo creo, dijo Rubí, el arqui Domínguez está en Tuxtla viendo ese proyecto, así que esa noche la tienes libre.
Bueno, entonces iré no me queda de otra.
Bien, comenta Rubí, te veo el viernes por la noche y guardando el plano en un estante se dirigió a la salida para tomar el elevador.
Ramón en su libreta de notas comenzó a dibujar una figura femenina desnuda mirando al mar en calma con un sol a pocos metros de ocultarse, el viento mecía sus cabellos largos. El lápiz en sus manos  tomaba vida propia y se deslizaba con soltura dando vida a un cuadro que posiblemente después adornaría alguna pared de su casa.
Ese viernes tuvo que inspeccionar en Pachuca, Hidalgo el conjunto habitacional que el gobierno del estado cofinanciaba con el Infonavit para los trabajadores al servicio del Estado. El conjunto había sido concebido con grandes zonas arboladas y las casas de dos plantas con techos te teja roja que vistos desde la colina semejaba un paisaje del Dr. Alt. Parecía que el conjunto contaba con la anuencia de la naturaleza, por eso la unidad había sido premiada por respetar los ecosistemas.
En el Salón de la Plástica Mexicana los asistentes observaban los cuadros que se exponían y hacían comentarios sobre los mismos, algunos se acercaban a Oscar para felicitarle, eso mismo hizo Ramón que copa de vino en mano lo felicitó deseando todo el éxito de mundo. Rubí cerca de ellos sonreía y señalaba el cuadro que por nombre llevaba el de Ondina, una hermosa mujer emergiendo del agua arropada solo por la naturaleza.
Junto a ella, de espaldas a Oscar y Ramón una joven, de cabellera larga y sonrisa franca celebraba los comentarios de Rubí sobre Ondina. Rubí se acerca a Ramón y le comenta:
Ven conmigo, te voy a presentar a Regina, va en octavo semestre de arquitectura, esta en ciudad universitaria y necesita chamba, no seas mala onda, contrátala para que te ayude a supervisar la obra de Pachuca. Hazlo por mí.
Regina, le dice Rubí, te presento al arquitecto Murillo, es de quien te hable.
Regina ve de frente a Ramón y después de una ligera turbación le extiende la mano para estrechar la mano de él.
Hola, dice ella, me llamo Regina, Rubí me ha hablado mucho de usted.
Hola, responde él estrechándole su mano, presionando levemente como interrogándole ¿explícame qué es esto? ¿Por qué tú?
Regina, dice Rubí, es de Hermosillo y tiene cuatro años de estar viviendo en esta ciudad, mismos que tiene en la facultad de Arquitectura en CU.
Si, sonriendo por la turbación que ve en Ramón a pesar de dominarse, estudio arquitectura, quiero ser arquitecto como usted.
Ya le comenté, dice Rubí, que tú necesitas una asistente y que la vas a contratar.
En efecto, dice Ramón, mañana la espero en la oficina de la constructora, está en avenida Insurgentes Sur 1200, séptimo piso, a las diez de la mañana.
Te lo dije Ramón, dice Rubí, Regina es una monada ¿no me digas que no es guapa?
Esa noche, después del evento y casi de madrugada, en su casa, el Claro de luna de Beethoven le arrullaba sus sueños y en su mente una pregunta se adentraba en su inconsciencia ¿Por qué tú te vendes por unos pesos? ¿Por qué? 
Cuento publicado en Narrativa en Miscelanea III

ENRIQUE FLORES AMASTAL: ENRIQUE FLORES AMASTAL: cuento

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lunes, 14 de febrero de 2011

ENRIQUE FLORES AMASTAL: cuento

ENRIQUE FLORES AMASTAL: cuento: "El teatro es la vida. Enrique Flores Amastal. El telón cerró totalmente el espacio escénico. Los aplausos que segundos antes irrumpieron la ..."

sábado, 12 de febrero de 2011

cuento

El teatro es la vida.

Enrique Flores Amastal.

El telón cerró totalmente el espacio escénico. Los aplausos que segundos antes irrumpieron la solemnidad del acto teatral seguían ocupando mis oídos. Una magnifica puesta en escena de la obra rusa, con sus personajes añorando vivir en otra época pero que van muriendo  llenos de tedio en un ambiente gris.
Los actores salieron varias veces al proscenio a recibir el tributo que el público emocionado prodigaba al trabajo actoral, de pie y con lágrimas en los ojos, muchos asistentes no se cansaban de aplaudir.
Permanecí en la sala observándolos, algunos hacían planes para cenar en algún restaurant  cercano. Los estudiantes, obligados por el maestro de Taller de Lectura y Redacción comentaban la obra, que chida, dijo alguien, y agregó,  pero es mala onda querer vivir en otra época ¿no lo crees?, pues si carnalito, respondió su compañero, pero mejor córrele o nos deja el metrin.
La sala poco a poco se fue quedando desierta, la magia desapareció, el escenario, ahora, muestra bastidores, tela, muebles colocados estratégicamente, pero no nos dicen nada, sencillamente están ahí, sin sentido.
Aunque en la escuela de teatro estudiamos y nos entrenamos con fragmentos de obras de Antón Chejov, verla representada con actores  experimentados es toda una aventura. Alguno de ellos, fueron nuestros maestros y sobre el escenario, lo siguen siendo, uno aprende  a vivir escénicamente el personaje.
En los camerinos encontré compañeros, nos saludamos y utilizamos los mismos clichés: ¿qué estas haciendo, no te he visto en mucho tiempo? Un apretón de manos y el consabido “nos vemos pronto”.
Me dirigí al camerino del maestro Gracian, él había sido mi maestro en la escuela de teatro. ¿Cómo esta maestro? Le dije,  él sonriendo y con un golpe en la espalda, como lo hacia en los años escolares, contestó: ¿Cómo le va compañerete? Muy bien, respondí, es una obra magnifica, la escenografía es realmente extraordinaria creando un bosque en Invierno. ¿Le gustó compañero? sonriendo siguió comentando, definitivamente Chejov nos muestra al hombre en su problemática existencial: No sabe vivir. En boca de uno de sus personajes dice: quizá dentro de 300 años la vida será llevadera.
La realidad es que el hombre en la actualidad sigue añorando vivir de otra manera, pero no hace nada o casi nada por cambiar sus circunstancias.
Convenimos tomar un café en Sanborn´s de la Fragua, discutimos la obra, la puesta en escena y me quede sorprendido cuando comentó que vivía separado de su familia, para mi él representaba un modelo a seguir en el medio artístico, difícil, canibalesco. Seguía hablando de todo, pero poniendo énfasis en la importancia de vivir nuestra vida cada minuto. En ocasiones, dijo, he detenido el coche para ver una puesta de sol, es maravilloso, es un fenómeno cotidiano y único a la vez. Al contemplar la gama de colores en los atardeceres, lloro de alegría, en ocasiones pasan automovilistas y me gritan: Viejo marica, sin embargo, ellos jamás podrán ver lo que yo veo o los sentimientos que me produce escuchar una sinfonía de Beethoven.
Contemplo el brillo de sus ojos, transmiten una gama de emociones; la sencillez de un hombre de teatro que vive el precepto griego: el teatro es la vida. Él tiene reconocimientos internacionales y los rusos son sus dramaturgos favoritos.
En las primeras horas del día siguiente nos despedimos, él se aleja por la avenida Reforma rumbo al sur. Yo me dirigí al Circuito Interior; la vida tiene un precio y hay que pagarlo para poder vivir. Llegué a mi casa con la firme intención de escuchar la Novena Sinfonía de Beethoven.

prueba

El regreso.
Enrique Flores Amastal

Sentados en la banca metálica del jardín, contemplaban la luna ocultarse tras las pequeñas montañas de la serranía, al poniente de  Malinalco. Ahí en el cerro de los ídolos permanecía incólume la Pirámide labrada en lo alto. En la Casa de las águilas y los tigres, su entrada semeja la boca de una serpiente y representa la entrada al Mictlan. Antes de la llegada de los españoles, los guerreros asistían al templo monolítico con sus trece peldaños, ofrecían en sacrificio su sangre a Ometeotl para renacer como guerreros águila, Una vez ungidos y vueltos a la vida formaban parte de la elite de los guerreros Aztecas. En esa quietud del lugar, Pablo y Norma permanecían sentados en una de las bancas de metal frente a  la fuente.
Me gusta esta población, dice  Pablo y toma la mano de Norma y agrega, hace 35 años llegué a este lugar y sentí la sensación de conocerlo, como si volviera a casa, no se bien a bien que sea, pero la gente a quien le he comentado ese presentimiento me dice que Malinalco me aceptó.
Tú me hablaste de este lugar, dice Norma, al principio te oía sin prestar atención a tus comentarios, siempre pensé que sería un pueblo como cualquiera de la república, cada población tiene su encanto, así que no despertó en mí la curiosidad de conocerlo.
¿Cuándo surgió tu curiosidad de conocerlo? Porque  recuerdo que te invite muchas veces y tú preferías ir a Xochimilco a comer en las trajineras.
No era solo eso. Norma reflexiona y agrega, fui muy torpe y no quería darme  cuenta de la realidad, realidad que otros veían, pero  yo por estar en el problema no lo veía.
¿Te refieres a tu relación con Ricardo?
Sí, dice Norma, de quien más, fue duro para mi saber que era casado, durante 4 años lo ocultó, y fui tan torpe que no pude darme cuenta. Yo me sentía afortunada de ser su novia; sabía que varias compañeras hacían apuestas, para ver a quien de ellas le hacia caso. Pero él solo tenía ojos para mí, que tonta fui, ¿no lo crees Pablo?
Yo no lo veo así. Creo que en el camino de la madurez y con el método del ensayo y error, se cometen muchos desatinos, lo importante es no quedarnos en ellos y aprender; cuando se madura con las “experiencias”, la inocencia muere, muere de muerte natural. Yo, por ejemplo, me emocionan los cuentos de Cachirulo, todavía pienso en la princesa que  Aurora Alvarado interpretaba, sueño con castillos, con bellas princesas que derrotan al mal. Es mi parte infantil que convive conmigo. Sueño, sueño mucho.
Norma voltea y mira a Pablo con esos ojos verdes, hermosamente enmarcados en una piel apiñonada, con unas grandes cejas y unos labios sensuales. Sí, dice Norma, en la oficina me preguntaban mis compañeras, ¿no te ha invitado café  Pablo? Y yo les preguntaba ¿quién? Y ellas solo sonreían socarronamente y me decían, ya lo conocerás, pero tú ya me habías invitado y yo te dije que en otra ocasión aceptaría.
Sí, afirma Pablo. Yo en ese momento no sabia que eras novia de Ricardo, con él traía pleito casado por la diferencia de puntos de vista de cómo hacer las cosas. Y bueno, gracias a esa ignorancia te hice esa invitación, en realidad quería llevarte ese día a la presentación de un libro de una poeta, en la colonia Roma. Ella es hermosa como mujer y su poesía me encanta. Pero ante tu negativa tuve que asistir sólo, ya estaba acostumbrado a ello.
Norma sonríe y le pone un dedo en la boca como indicándole que no siga por ese camino. Bueno ahora no se que hago aquí, contigo, en esta banca a altas horas de la mañana, pero ¿sabes una cosa Pablo? Me encanta Mali, su gente, su iglesia, en sus paredes se puede leer la historia de la población y ese bello portal, único, debieron continuarlo toda la cuadra, pero eso es mi ilusión, la realidad es que solo es  media cuadra y es único.
Allí, dice Pablo,  hay una placa que puso el ayuntamiento para indicar que en esa casa pernoctó el generalísimo José María Morelos y Pavón. El restaurant Huehuetl ocupa ese espacio, cuando voy a comer, me gusta ocupar esa mesa que esta justo debajo de esa placa. Me gusta contemplar a la gente que viene al mercado que ocupa la calle, esa forma de mercadeo con raíces ancestrales donde al parecer todavía se da el trueque. Es maravilloso desde todos los puntos que quieras verlo.
En esos momentos sonaron las campanas de la iglesia del Divino Salvador, llamando a misa a sus feligreses. Seis de la mañana le dice Pablo a Norma.
Oye, dice Norma, ¿y si entramos a misa? Se que no crees en esas cosas, que has perdido la fe, pero puedes venir conmigo y estar presente en el ritual.
Si tú lo quieres, comenta Pablo, te acompaño. La miró a los ojos y agregó, ¿ y si nos casamos…? Total a poco es necesario hacer todo eso que la gente hace, padrinos, regalos, fiesta, baile, ¿para que? Si entramos y ante cualquier altar que tú elijas nos unimos.
No se vale, contestó Norma, es necesario todo eso que tu dices; fiesta, baile, padrinos, regalos, no se para qué pero es la tradición. Norma mira fijamente a los ojos de Pablo y le dice: así como tú te gustan las princesas de los cuentos de Cachirulo, a mí también sueño con vestir de blanco, como una princesa y caminar entre nubes y los invitados serian el pueblo de ese reino de fantasía donde yo y  mi príncipe viviríamos mucho tiempo.
Cruzaron el atrio y entraron a la iglesia, a esa hora poca gente ya se encontraba en espera del sacerdote que oficiaría la misa de seis. Norma y Pablo se ubicaron frente del altar mayor. Ahí en un nicho y con una túnica blanca el Divino Salvador lo presidia. La luz de las bombillas eléctricas iluminaba  su rostro, la mirada parecía verles directamente a los ojos de la pareja, inquisitiva pero con una dulzura que parecía  decir: sé lo que  desean y  buscan, pero necesitan desearlo con todas sus fuerzas y se les concederá. Pablo admiraba  la arquitectura, esa hermosa bóveda que los padres agustinos iniciaron su construcción en 1541 y lo concluyeron  alrededor de 1571. Habían transcurrido de ese tiempo a la fecha más de 24 mil domingos, ¿cuántos macehuales habrán trabajado de sol a sol,  para levantar la iglesia que hoy disfrutan los visitantes?
Un joven sacerdote hizo su entrada vistiendo casulla verde olivo bordada con hilos de oro. Inclinó la cabeza en señal de respeto frente al Divino Salvador, se coloco de cara a la feligresía que para ese momento ocupaban todas las bancas, iniciando el ritual de la santa misa.
Después de permanecer en el centro ceremonial y verter su sangre de brazos, piernas y lengua, se había convertido en un guerrero Águila, un miembro de la elite guerrera presto a defender a su pueblo de los españoles invasores. Luchó con todas sus fuerzas contra las huestes de Andrés de Tapia, emisario  de Hernán Cortés, miraba con sorpresa a los invasores que montaban caballo y su sorpresa no tenía límites, se preguntaba qué tipo de bestias eran, de qué lugar vendrían, y esos palos que  vomitaban fuego y al instante los guerreros caían muertos o heridos. Veía como los naturales de otras regiones del amplio mundo tenoscha luchaban en contra de ellos y apoyaban a los blancos. ¿Acaso el gran Ometeotl los había abandonado? El no estuvo de acuerdo con dar obediencia al guerrero blanco, él era un guerrero Águila y su vida estaba consagrada a Ometeotl.
Días después de hacer la oferta a Hernán Cortés de obediencia, él volaba desde lo alto del templo, con sus veintidós años, caballero Águila, volaba en un mediodía con un sol intenso y un azul celeste, hacia su libertad.
Pablo, había llegado a Malinalco  con sus 24 años, un fin de semana. Disfrutó lo que sus amigos le comentaron  de ese lugar maravilloso. Ascendió la pirámide, descubrió el sitio desde donde se podía contemplar el templo agustino, esa primera vista le emocionó, sintió taquicardia, mucho había cambiado la población, menos los muros. Miró con asombro, imaginó los primeros muros que empezaban erguirse al cielo, sintió momentáneamente la libertad, respiró profundamente, sencillamente es maravilloso, comentó para sí mismo. Escuchó a un guía disertar a un grupo de estudiantes de secundaria, lo que representaba el santuario, aquí, dijo el guía, señalando el ofertorio, los jóvenes guerreros venían a ofrecer sus sangre a Ometeotl, aquí con puntas de maguey se punzaban los brazos, las piernas, la lengua y  también sus genitales para ofrecer humildemente su vital liquido a su Dios, permanecían muchos días en concentración total, luchando con sus debilidades para  convertirse en guerreros águila o jaguares y servir a sus pueblos. Consideraban un honor morir en combate.
El amor, dijo el joven sacerdote, es un gran sentimiento que en nuestros tiempos se ha convertido en algo extraño. Nuestra sociedad ha producido formas de seudoamor, que consumimos en soledad. Esa soledad arroja al ser humano a lo intrascendente a vivir sin experimentar la verdadera libertad que `produce el amor. El amor humaniza, nos hace plurales. No, no se debe tener miedo de amar, porque eso nos lleva con nuestras acciones a ser uno con el creador. Hay que comprometerse, porque amar solo se logra amando. Los deseos se deben convertir en hechos, solo así se ve el compromiso, compromiso con el pueblo, contigo mismo. Amen no tengan miedo de experimentar ese sentimiento maravilloso.
Pablo permanecía en silencio junto a Norma, habían entrelazado sus manos, sin embargo, él no estaba en la iglesia, muy lejos había escuchado la disertación sobre el amor. Su memoria lo guiaba por calles adentrándose en el bosque que albergaba la pirámide; buscaba el lugar donde había caído en su vuelo libertario. Un viento suave mecía sus cabellos y con ahínco buscó el lugar. A pocos metros de distancia un ahuehuete mecía sus ramas como haciéndole señas, llamándolo, dándole la bienvenida. El árbol era joven cuando el cuerpo del guerrero águila cayó cerca de él, miro ese rostro sereno con la  sangre surcando las comisuras de la boca.
Aquí he estado todo el tiempo amigo, esperando tu regreso.  Gracias, dijo Pablo, gracias  por tu compañía.